AVATAR: METÁFORA DE NUESTRO TIEMPO

Gustavo Fernández Colón

Pocas veces sucede que una producción cinematográfica de Hollywood provoque un enconado debate entre intelectuales de izquierda, como el que se ha suscitado recientemente en el periódico de la Izquierda Unida española “Rebelión”.

Con Avatar, un guión de ciencia ficción con innumerables citas de otras obras del género, se vale de impactantes imágenes tridimensionales para ilustrar el conflicto entre la destructiva civilización capitalista y una arcaica sociedad de humanoides, ubicada en un planeta lejano colonizado por militares, científicos y empresarios terrestres.

Pandora es el nombre de este planeta poblado por una rica vegetación, una exótica fauna y sobre todo por el mineral estratégico “unoctanium”, apetecido por los humanos del siglo XXII portadores de una hiperdesarrollada tecnología genómica, aeroespacial y militar, pero arrojados de una Tierra devastada donde “ya no hay verde”.

Por contraste, los salvajes na’vis de Pandora, conviven con la naturaleza como los pueblos indígenas amazónicos o australianos, rindiendo culto a una Diosa Madre a la que experimentan como inteligencia amorosa que conecta a todas las criaturas vivientes, al estilo de la Gaia de James Lovelock. Además, los na’vis conviven en el seno de una sociedad igualitaria, con estrechos lazos de solidaridad y respeto mutuo y roles paritarios entre hombres y mujeres, similares a los prevalecientes en las culturas paleolíticas antes de la expansión de la violencia patriarcal promovida por semitas e indoeuropeos, como lo han demostrado las antropólogas Marija Gimbutas y Ryane Eisler.

Los colonizadores humanos se muestran empeñados en explotar las riquezas minerales de Pandora, sin importarles si para ello tienen que destruir la naturaleza y las sociedades “atrasadas” de los “humanoides” que allí habitan. La desigual confrontación armada entre los militares invasores y los ecomunistas na’vis con la que culmina la película, resulta una dolorosa alegoría de la devastación económica y bélica causada por el capitalismo global en los territorios de los pueblos indígenas que, aquí en la Tierra, hoy luchan por salvarse y por salvarnos.

Avatar, del mismo director de esa otra gran metáfora de la debacle del capitalismo global como lo fue Titanic, se ha colocado rápidamente en el primer lugar en las carteleras cinematográficas del mundo. Su impactante formato audiovisual y la estética edénica de sus escenarios naturales, pueden resultar un gancho eficaz para que su trasfondo filosófico toque las conciencias de muchísima gente en muchas partes.

Por otra parte, no ha faltado quienes sospechen que la sensibilidad ecológica y la defensa de la autonomía territorial de los pueblos indígenas que subyacen en la propuesta de Avatar, son las nuevas banderas utilizadas por el imperialismo para propiciar la secesión de los países ricos en recursos naturales como Venezuela, donde por cierto combatió en el siglo XXII el soldado minusválido protagonista del film, antes de alcanzar su redención en Pandora gracias a su transmutación final en un na’vi, después de “traicionar” a la especie humana por atreverse a defender a ese pueblo de salvajes azules.

Con todo, a pesar de la legitimidad de tales sospechas, no deja de resultar una fascinante paradoja de estos tiempos posmodernos, que la industria de Hollywood contribuya a popularizar un mensaje de radical cuestionamiento a la civilización capitalista, mientras continúa obteniendo pingües ganancias en el cumplimiento de su tarea de mantener anestesiada a una humanidad que, a raíz de la agudización de los síntomas de la devastación ecológica, comienza a percatarse cada vez más de la proximidad del abismo.

1 comentario:

  1. Puedes revisar en mi blog una nota de Richard Montenegro sobre Avatar. Dicha reseña fue publicada por Rafael Simón Hurtado en Muestras sin Retoques de Tiempo Universitario (DOS PARTES)los días 12 y 20 de abril de 2010. Un abrazo de José Carlos De Nóbrega.

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